Cuando se desbroza la «mala hierba» de la improductividad
A punto de ser disuelta –hace unos dos años– por sus bajas producciones, impagos a obreros y pérdidas financieras, la cpa Antonio Maceo, del municipio granmense de Guisa, hoy muestra un panorama bien diferente en el que «se cosecha» productividad |
Guisa, Granma.– Hace poco más de dos años, cuando el joven campesino Rudisney Roselló Arévalo llegó a dirigir la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Antonio Maceo, enclavada en la comunidad de Corralillo, en el municipio montañoso de Guisa, el panorama allí era lastimoso: tierras vacías, otras cultivadas a medias, obreros descontentos… deudas financieras e impagos.
«Yo llevaba 17 años trabajando en una cooperativa de créditos y servicios (CCS), de referencia en el territorio por sus buenos resultados productivos; por eso, cuando vi en las condiciones que estaba la Antonio Maceo, no me faltaron ganas de virar», dice a Granma el bisoño presidente de la CPA, quien asegura que no ha habido magia en la radical transformación que muestran hoy esas tierras dedicadas a cultivos varios y frutales.
Allí, muy cerca de uno de los saludables sembradíos de boniato que ahora reciben al visitante, Rudisney rememora la compleja situación económica y productiva que prácticamente llevó a tocar fondo a la CPA.
«La cooperativa estaba propuesta para disolverse por pérdidas que ascendían a más de dos millones de pesos, y en las que se incluían deudas con empresas y con el pago a algunos de sus trabajadores. Por esa razón, de una plantilla de 37 obreros, solo quedaban 16 cooperativistas.
«Por otra parte, las áreas se encontraban bastante deprimidas. De un total de 36 hectáreas cultivables solo estaban en producción unas cuatro, y sin las plantaciones completas», agrega Roselló Arévalo, mientras hace una pausa para indagar sobre la cosecha que está a punto de comenzar en cultivos de maíz y boniato.
«La verdad –añade–, para arreglar todo esto había que comenzar prácticamente de cero; pero si habían confiado en mí para que salvara la CPA, tenía que echar pa’ lante y demostrarles a los cooperativistas que sí era posible lograr un cambio positivo con el esfuerzo de todos».
DE LA YERBA MALA A LA PRODUCTIVIDAD
Para Rudisney Roselló Arévalo, el trabajo en colectivo ha sido la clave que les ha permitido lograr, en apenas poco más de dos calendarios, las visibles transformaciones productivas que hoy muestra la CPA Antonio Maceo.
«Lo primero que hicimos fue trazar estrategias para pagar las deudas que existían con los cooperativistas, pues a la mayoría de ellos se les debía alrededor de cuatro a siete meses de trabajo.
«Para ello realizamos una asamblea en la que decidimos efectuar las acciones de preparación de tierra y siembra de la frutabomba y la guayaba de forma voluntaria, y el dinero que se ahorraría la CPA por pago a esas actividades lo emplearíamos en honrar las deudas con los trabajadores», explica.
Ese fue el primer paso para salir del bache productivo en el que había caído la CPA. En lo adelante, la tierra respondería con mejores cosechas y los ingresos permitirían comenzar a pagar mensualmente los salarios, y a repartir utilidades cada tres meses; una realidad que animó a otros trabajadores a reintegrarse a la cooperativa.
Bien lo sabe Yusdel Reyes Pérez, obrero reincorporado recientemente a la CPA, tras haberse ido de allí en el año 2018, fecha en la que dejó de percibir su salario.
«Hace un año me enteré de que esto aquí estaba cogiendo otro camino, y volví hace poco a probar suerte. La verdad es que el cambio ha sido grandísimo. Cuando me fui, lo que había eran unas calabazas sembradas en la entrada, y el resto era la yerba mala Don Carlos lo que campeaba en la tierra.
«Hoy esas mismas áreas están sembradas de yuca, boniato, maíz, melón, pepino, guayaba, ajo, cebolla, ajonjolí… y a eso se suma la buena atención que tienen ahora los obreros aquí; por eso no me lo pensé mucho para volver. Así sí que dan deseos de trabajar», afirma Yusdel Reyes.
A su lado, el también obrero Alexander Salgado Sánchez recuerda que él era uno de los que llevaba seis meses sin cobrar cuando llegó Rudisney a dirigir la CPA.
«Fíjese si la cosa ha ido mejorando, que de 37 plazas existentes ya están cubiertas 35, porque la gente ve el resultado de su trabajo. Incluso, aquí hay obreros vinculados que han cobrado hasta 20 000 pesos o más cuando se culmina una cosecha.
«Además, hemos logrado funcionar como una gran familia, en la que todo el mundo aporta a las labores del campo. Hoy mismo hacían falta más fuerzas para trabajar la tierra, y el chofer del tractor se puso a arar con una yunta de bueyes», destaca Alexander Salgado.
De acuerdo con el presidente de la Antonio Maceo, en este proceso de recuperación de la CPA también han intervenido varias organizaciones, con el apoyo para llevar a cabo trabajos voluntarios en la preparación y siembra de la tierra.
En ese sentido, refiere el directivo, han recibido la colaboración del consejo popular y de diversos organismos y entidades, así como la realización de encadenamientos productivos con empresas del territorio.
«El proceso ha sido difícil, porque esas tierras, al estar sin cultivar durante tanto tiempo o con atenciones culturales que no habían sido las mejores, se llenaron de plagas, fundamentalmente de la yerba mala Don Carlos», apunta Roselló Arévalo.
Por tanto, agrega, la eliminación de esas plagas ha sido paulatina y de forma manual, lo que inicialmente influyó en que en la primera cosecha solo se lograra alcanzar alrededor del
70 % del rendimiento real por hectárea, pero ya hoy estamos entre el 90 y el 94 %, en dependencia del cultivo.
Para llegar a esos números, e incluso aspirar a incrementar los rendimientos tradicionales obtenidos en la CPA Antonio Maceo, Rudisney Roselló señala que los ha favorecido en gran medida el acceso a los créditos de la Banca de Fomento Agrícola, «mediante la cual hemos podido obtener dinero, con menos intereses, en función de la preparación de la tierra, para aplicar materia orgánica en ausencia de determinados fertilizantes químicos y hacer otras actividades culturales».
EL CAMPO DECIDE
Con perspectivas de ir más allá de la siembra de cultivos varios y frutales, la CPA Antonio Maceo, del municipio de Guisa, ya muestra un escenario favorable para enfrentar futuras campañas.
«De las 36 hectáreas cultivables con las que cuenta la CPA actualmente, tenemos, entre sembradas y listas para sembrar, 31 hectáreas, e incorporamos otras nueve de cultivos varios, y se recuperaron cuatro hectáreas para la siembra de café», subraya su presidente Roselló Arévalo.
A ese resultado productivo se suma el hecho de haber logrado, con las ganancias del año 2022, la compra de un nuevo sistema de riego que se incorpora a los ya existentes en la CPA, para incrementar los rendimientos en las próximas contiendas.
De igual modo, como parte de sus acciones para transformar la realidad de los cooperativistas, en la CPA se recuperaron áreas no cultivables, una cochiquera, y se creó un módulo pecuario, al tiempo que, como parte de la diversificación, se preparan para incursionar en la producción de ganado mayor y menor.
«Actualmente, la mayoría de los trabajadores está vinculada al área con un sistema de emulación, que incentiva a los mejores productores y, además, con la posibilidad para todos de realizar la compra, a precio de costo, de nuestras producciones, y el acceso a ventas de productos de otras empresas.
«Asimismo, todo lo que se elabora en el comedor sale de nuestras propias áreas, incluido el aceite que obtenemos a base del ajonjolí», dice el Presidente de la CPA, convencido, no obstante, de que aún tienen mucho camino por andar para ser más eficientes.
Dicho en pocas palabras, la CPA Antonio Maceo, de Guisa, es una muestra fehaciente de que, con una dirección acertada y el esfuerzo colectivo, es posible desbrozar la «mala hierba» de la improductividad. Un ejemplo que clama por ser regla y no una de las excepciones existentes en nuestros campos.
Otros temas relacionados:
https://www.minag.gob.cu/noticias/la-tierra-tambien-decide-en-la-produccion-porcina/