Cabaniguán es, en todo el sentido de la frase, un paraíso natural. Un lugar dotado de lo que pueden considerarse tesoros de la flora y la fauna cubanas, pero también de valiosos seres humanos dedicados a su estudio y conservación.

Cuando se habla de gestión sostenible de áreas protegidas hay dos elementos indispensables, uno es la educación ambiental y el otro es la protección de la biodiversidad. Ambos han sido bien imbricados por el colectivo de este refugio de fauna ubicado al sur de Las Tunas.

«Si bien es cierto que nuestro principal elemento distintivo es el cocodrilo, hoy debemos señalar que el área cuenta con 14 proyectos, que van desde las estrategias para su protección, hasta el estudio minucioso de las especies que pueden encontrarse en ella».

Así señaló a este medio Orlando Rodríguez González, director del área protegida tunera, que abarca una extensión territorial de más de 8 000 hectáreas.

«Como todo espacio natural con estas características enfrentamos problemáticas causadas fundamentalmente por la acción humana. Dígase, por ejemplo, la tala y la pesca ilegales, o la caza furtiva. Tuvimos un momento en que esas incidencias crecieron de forma considerable, pero hoy hemos logrado disminuirlas en alrededor de un 20 % durante los últimos tres años», apuntó.

«Esto ha sido posible en gran medida –continuó– gracias a que hemos involucrado a la comunidad en todas las acciones preventivas y les hemos demostrado que son parte del área, que tienen una alta responsabilidad en su cuidado».

Recientemente el área se incorporó al servicio de ecoturismo, fundamentalmente con las opciones de observación de aves y pesca deportiva, pero sobre la base de los requisitos que implican la permanencia en una zona como esta y la interacción que se realiza allí con el medio.

COCODRILO DEVENIDO INSIGNIA

Uno de los motivos que han dado reconocimiento a esta área, tanto a nivel nacional como internacional, es el cocodrilo acutus o americano. Dos proyectos tienen relación con el estudio y la protección del reptil, tanto en cautiverio como en estado libre. Cuando se habla de ellos hay que mencionar el encomiable trabajo del doctor jobabense Manuel Alonso Tabet, artífice de esta tarea conservacionista y quien ostenta el Premio Provincial del Medio Ambiente.

Su hija, la joven Yairén Alonso Jiménez, especialista en reptiles y anfibios, quien trabaja en los proyectos cocodrilo-vida libre e iguanas, explicó a este medio que en el caso del acutus se estudia en general la biología y el desarrollo completo de la especie. «Se detecta el nido, cuando nacen se marcan y se van estudiando a lo largo de toda su vida, para evaluar los diferentes parámetros que intervienen en su desarrollo».

«Se reproducen en estado natural y en aquellos nidos que por diversos motivos son abandonados, nosotros sacamos a los neonatos, se los ubicamos a otras madres y garantizamos así su supervivencia. Hoy podemos decir que la población se mantiene estable y que hechos como la caza furtiva han disminuido gracias a la perenne custodia de su hábitat».
También existe en el área un criadero al que se trasladan ejemplares de diferentes edades con objetivos concretos, como explica Leticia Hidalgo Duarte, especialista del proyecto cocodrilo-cautiverio.

«Actualmente tenemos aquí 190 ejemplares. Se alimentan, se pesan y se muestrean para saber cómo se van desarrollando, esencialmente en su primer año de vida, donde ese proceso es más acelerado. Cada cierto tiempo liberamos animales; por ejemplo, el año pasado liberamos 200, porque también los tenemos con el fin de repoblar el área, si ocurre algún fenómeno extremo que pueda diezmar la población».

Otras especies de plantas y animales reciben una esmerada atención, ese es el caso del carpintero churroso, a cuya ave se dedica un festival para su reconocimiento por parte de la población y la protección de sus nidos. Se estudian también otros tipos de aves acuáticas y terrestres, muchas de las cuales migran hasta allí en épocas específicas del año.

Privilegiado también es Ojo de Agua-Monte Cabaniguán por su flora, como asevera la especialista del proyecto de flora amenazada Dairys María Lagart Tamayo.

«Una de las principales potencialidades del área es la sabana con palmas, con cuatro especies del género copernicia, que son endémicas, y de las cuales tenemos la mayor población del país. Además, se han producido entrecruzamientos entre ellas, por lo que trabajamos en la descripción de una serie de híbridos para la flora cubana. A esta especie se le hace un estudio de fenología, que no es más que el proceso de reproducción a lo largo de todo el año. Se recogen semillas que trasladamos al vivero y luego las llevamos nuevamente al campo.

«Tenemos también una especie de cactus endémico (Rhodocactus cubensis o Pereskia zinniiflora), muy antiguo, del que, hasta el momento, llevamos un censo de 500 ejemplares».

Aunque de manera más incipiente, avanza también en la zona el estudio de los invertebrados, con el fin de identificar las especies que existen e incluso otras que puedan estar en peligro. Así lo aseveró Dariena Aguilar Fernández, especialista que atiende los invertebrados y actualmente estudia la polimyta venucta. «Hemos encontrado muy pocos ejemplares y aunque no podemos todavía aseverar que está en peligro crítico de extinción, sí nos preocupa bastante la baja población».

Días lejos del hogar y tiempo ilimitado que se dedica al trabajo son algunos de los retos que a diario enfrentan estos hombres y mujeres. Su mayor premio es la preservación de la vida natural, el respeto a una coexistencia que no dañe el medioambiente.

Tomado de Granma



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