Reflexiones acerca del nuevo Código de las Familias (+PDF)
Como ocurrió en su momento con la Constitución de la República, previo a un proceso de consulta similar al que iniciará el próximo primero de febrero y se extenderá hasta el 30 de junio, valdría reflexionar, ya no en lo que ganaríamos con el nuevo Código de las Familias, sino en lo que perderíamos si nos faltara la suficiente madurez social para aquilatar, en su justa medida, todo lo novedoso y revolucionario que incorpora.
No se trata de convocar, con este enfoque, a un análisis en negativo. Todo lo contrario. La pretensión no es otra que mover el pensamiento hacia aquello a lo que no podríamos renunciar por ningún motivo; hacia aquello que convierte a la norma en discusión en una propuesta valedera, hija del hoy y garante del mañana.
Y eso, lo trascendente, lo ampliamente defendible, lo que obliga a mirar al todo y no a la parte, estriba, a juicio de la diputada Arelys Santana Bello, presidenta de la comisión parlamentaria de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derechos de la Mujer, «en la visión multidisciplinaria y protectora de todas las familias, los principios de pluralidad y diversidad familiar, la inclusión y no discriminación y el afecto como eje que transversaliza esas relaciones.
«Es una propuesta totalmente cubana, construida desde la realidad, las vivencias de la población y se nutre de las experiencias de un Código anterior que fue de avanzada en su época. Es la expresión de la capacidad de nuestros expertos para colocar en una norma jurídica los sentimientos de su pueblo, consagrados en la Constitución de la República».
El proyecto a debate, coincide la diputada pinareña Yaisa Pereda Martínez, «maximiza los preceptos constitucionales, fortalece la responsabilidad familiar, refleja el amor, la dignidad humana y la igualdad como los más altos valores familiares, garantiza la salvaguarda de niños, adolescentes y jóvenes, protege a los adultos mayores y discapacitados y les ofrece autodeterminación… «No fabrica ni impone modelos, suma y multiplica alternativas y oportunidades».
Si tuviera que listar lo novedoso, Yudith Rojas Peña, diputada por el municipio Najasa, en Camagüey, se queda, entre otras singularidades, con la definición de matrimonio como «la unión entre dos personas» y el establecimiento de la edad de 18 años para casarse, sin obviar el reconocimiento explícito del Código de todas las familias.
Cuba necesita esta norma, agrega Eldys Baratute Benavides, diputado por Guantánamo, porque apuesta por el civismo y enaltece los afectos, así como nuestra tradición de solidaridad, humanismo y respeto.
LA PARTICIPACIÓN POPULAR SIEMPRE ES ENALTECEDORA
Si bien el proyecto de Código ha sido cincelado a la altura de la sociedad que somos y, sobre todo, de la que nos merecemos ser, sus postulados se harán más robustos en la medida que su construcción sea más colectiva, más abierta. Y ese ha de ser, en palabras de Arelys Santana, el mayor aporte de la consulta popular que ya casi comienza.
Estamos a las puertas, dice, de un nuevo ejercicio de genuina democracia, donde la sociedad podrá aportar, disentir, someter a consenso los asuntos, sobre la base del respeto de todos los criterios.
«La gente necesita saber que tiene el derecho a participar, a opinar, a construir el país en el que quiere convivir», subraya Eldys Baratute. Cada línea del Código es importante, por ello es preciso conocerlas y que la gente hable del tema en las calles, que tenga el proyecto debajo del brazo, que se debata en las escuelas, en los centros de trabajo, en las iglesias, en los barrios, en la cola del pan, en la bodega…»
De la sabiduría popular, de los intercambios que a diario se generen en las comunidades debe emerger un Código más fortalecido, añade el diputado santaclareño, Asiel Aguada Barceló, siempre y cuando primen en cada debate el respeto, la aclaración necesaria, la visión aguda para identificar lo que suma, y el olfato para descubrir si algo resta.
«Los diputados jugamos un papel trascendental, fundamentalmente en el acompañamiento al pueblo y a las autoridades electorales municipales, y en la aclaración de dudas, velando porque los planteamientos de la población se tomen tal y como han sido planteados», acota Yaisa Pereda.
Tenemos que ir contándole a las personas por qué votamos por este proyecto de Código en el Parlamento, por qué pensamos que era bueno, por qué creemos que puede ayudar a la construcción de un país mejor, sugiere Eldys Baratute. «Sin “teques”, sin adoctrinamientos, sin imposiciones, tenemos la obligación de dibujarle a nuestro pueblo ese país que se construye desde el respeto y el civismo, en el que la mujer, el hombre, y las familias todas deben ser lo primero. Y por ello apuesta el Código». Tomado del sitio web de la Asamblea Nacional.
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