Producir no es un slogan
Por: Flabio Gutiérrez Delgado / https://www.ahora.cu
Afortunados, pudiera ser el término para catalogar a aquellas personas que nacimos después de 1960 y antes de la década del 90, es decir, los “elegidos” que nos acostumbramos a las bondades de una Revolución soviética y cubana que hermanadas favorecieron en muchas aristas a los antillanos.
Según mis referencias, porque soy de los afortunados, pero de poca carretera, en aquella etapa se trabajaba con motivación e incluso, se derrochaba por desconocimiento.
Luego de la caída del campo socialista se cerraron muchas puertas y el Bloqueo económico, financiero y comercial de los Estados Unidos sobre Cuba fue más notable, al igual que las deficiencias internas que laceran cada día el desarrollo de nuestro país.
Las medidas del imperio contra el archipiélago cubano aumentaron su nociva intención y se han combinado con el negativo impacto del cambio climático, las guerras internacionales y las pandemias, que aún afectan varias economías y sociedades del mundo.
Estas incidencias, no hay dudas, perjudican el desarrollo de cualquier nación, pero con métodos alternativos y la inventiva del hombre y la mujer, no solo pueden sobrevivir, sino progresar, en medio de una persecución política.
Para ello es necesario unificar criterios y trazar objetivos precisos, acordes con las limitaciones que existen en un escenario donde la manipulación y la desfachatez son puntas de lanzas de los detractores de una Revolución engendrada hace más de 60 años y atacada desde su creación.
Conscientes de esa presión externa y la respuesta de nuestra querida “pachamama” ante la nefasta actividad del hombre, la tarea para lograr un desarrollo estable debe ser cohesionada, objetiva y eficiente.
En los últimos años la producción de alimentos en Cuba se ha visto afectada por disímiles causas, entre ellas, el Bloqueo contra Cuba, pero sobre ese tema no voy a profundizar, porque todos sabemos que no depende de los cubanos, por lo tanto, es mejor mirarnos por dentro y analizar qué estamos haciendo mal o no estamos haciendo.
Comencemos desde la entrega de tierra al campesino o cooperativa, un proceso que no siempre transita por un camino expedito, sino por un trillo donde las trabas opacan el visor de la producción.
¿Se hace el estudio adecuado a la hora de entregar las tierras y cuáles son los verdaderos intereses de los que reciben esas áreas? ¿Se ponen en manos de los mejores campesinos los limitados recursos que posee el estado? ¿Se controla adecuadamente el funcionamiento y la explotación de la tierra?
Las respuestas pueden ser diversas porque tampoco debo generalizar las malas praxis en la distribución de tierra en la provincia de Holguín, pero sí soy testigo de campesinos que tienen sus fincas perdidas y continúan bajo su poder, mientras jóvenes pretenden iniciar o extender su patrimonio y no pueden adquirirlas por obra de la burocracia.
La compleja situación que enfrenta el país no permite obtener todos los recursos de trabajo y fertilizantes necesarios, los cuales adquirían anteriormente con mayor sistematicidad, problemática que dificulta la labor en el surco, agravada ya por la emigración que limita la fuerza laboral.
El hurto y sacrificio ilegal del ganado mayor y menor, más los robos en las producciones, son preocupaciones constantes de los campesinos holguineros, quienes se desmotivan aun más, cuando tienen evidencia de los malechores, sin embargo, no reciben una sanción ejemplarizante y vuelven a cometer los delitos impunemente.
Las ofertas limitadas en los mercados y los altos precios en los puntos de ventas requieren de una solución objetiva, producir más, pero muchas veces se produce y las cosechas se pierden en el campo porque no está el transporte o simplemente porque la empresa no tiene capacidad de compra.
Producir, no se puede convertir en un slogan que aparece en cada escenario para gritar a viva voz que es la solución del problema actual, porque los inconvenientes van más allá del surco.
Producir, en medio de medidas restrictivas, es convocar al pueblo, unirnos, controlar y crear conciencia, para, entre todos, sembrar lo que nos vamos a comer y valorar lo que tenemos.
Es convocar de forma coherente y eficiente a la masividad, donde el aporte supere los gastos y las jornadas se conviertan en días productivos, de confraternización, como lo hicieron mis padres cuando lo necesitamos, incluso en aquella etapa de mejores condiciones.
Producir es asesorar jurídicamente al campesino o la cooperativa para evitar pérdidas, impagos o incumplimientos de la contratación que provoquen el desvío de las producciones.
Convoquemos a producir, cuenten conmigo, pero pongámonos las manos en el pecho, hagámoslo de corazón y con objetividad, producir no debe ser un slogan.
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