¿Me voy pa’l pueblo? (+fotos e infografía)
De las 125 568 personas que hoy viven en el campo espirituano, muchas están desvinculadas de toda actividad por su avanzada edad o enfermedades, además de quienes sencillamente no aspiran a trabajar porque son mantenidos desde el exterior, esperan por una visa para emigrar próximamente o son amas de casa |
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Ramón Romero es un viejo al que todos en Cabaiguán conocen por Mongo. Con pasos lentos se ajusta a la costumbre de caminar la feria del domingo en busca de la comida de la semana. Toma una malanga en sus agrietadas manos que llevarán para siempre las huellas de medio siglo de trabajo en la tierra; pregunta el precio y la suelta como tocado por un rayo.
A solo unos pasos, Mongo hace tertulia con sus antiguos vecinos del campo. “Nos estamos quedando sin nadie que trabaje la tierra y eso es peligroso”, dice con voz reforzada por la autoridad que le dan sus años vividos agachados en el surco y luego en la tranquilidad del retiro citadino.
Palabra por palabra, juicio a juicio, argumento tras argumento, la tertulia, entre amigos, se convierte en un coloquio sobre producciones agropecuarias y perspectivas de empleo en el campo que, al llevar la fuerza de la experiencia, empareja con cualquier visión de la academia.
Y es que, cuanto libro de historia se consulte, explica que la provincia de Sancti Spíritus es, en su concepción, eminentemente agrícola; sin embargo, de sus 459 173 habitantes, hoy solo el 27.3 por ciento (125 568) reside en zonas rurales, según el más reciente informe del Grupo de Atención a la Dinámica Demográfica del territorio, presentado en junio del 2023.
Números nada halagüeños si tomamos en cuenta que de esas 125 568 personas que hoy viven en el campo, muchas están desvinculadas de toda actividad por su avanzada edad o enfermedades, además de quienes sencillamente no aspiran a trabajar porque son mantenidos desde el exterior, esperan por una visa para emigrar próximamente o son amas de casa.
Ante este panorama bien pudiéramos preguntarnos: ¿existen realmente empleos de calidad en las zonas rurales y comunidades apartadas de Sancti Spíritus, o será simplemente que pocos quieren vivir en el campo porque no existen opciones de empleo? Hay tela por donde cortar.
EL YIN Y EL YANG DE LAS OPORTUNIDADES
La ampliación de las oportunidades que el proyecto social socialista trajo a la sociedad cubana en las últimas seis décadas rompió muros al empleo apegado al trabajo agrícola que por tradición formó parte de la cultura económica predominante.
La creciente estructura socioeconómica que vino aparejada a la ampliación de las funciones del Estado socialista demandó una gran cantidad de plazas en la esfera no productiva y de servicios, borró el predominio de la población rural sobre la urbana y movió la expectativa de empleo.
Hasta las viejas generaciones cambiaron las expectativas y las forma de mirar el futuro de sus hijos. “Tú no vas a pasar los trabajos que yo pasé doblado al sol” se convirtió por décadas en parte de las conversaciones de sobremesa.
Pero la velocidad en que el proyecto social dio oportunidades a todos estuvo siempre por debajo de la que tomó la carrera por mitigar las desventajas del campo. Los mejores servicios, los trámites y las mejores condiciones de vida, junto a la necesidad de acercarse a los nuevos escenarios de empleos, hicieron migrar buena parte de la población hacia zonas urbanas y viraron la balanza en perjuicio de la ruralidad.
Por otra parte, la relación entre el trabajo y la ganancia no siempre estimula el trabajo agrícola por varias razones que tienen que ver con la manera de manejar la comercialización de los productos. “Cuando ves que un comerciante o intermediario te paga el chopo a 40 pesos y lo vende a 80 te dan ganas de dejar el arado y los bueyes y venir a trabajar a un punto de venta”, refiere Antonio García Marrero, quien guarda en su recuerdo políticas de precios que no siempre fueron adecuadas a las condiciones del guajiro ni al aseguramiento que el campo demanda.
¿ME VOY PA’L PUEBLO?
La creciente indisponibilidad de fuerza de trabajo en el campo es una cualidad que abarca factores del pasado y del presente. “No es solo la posibilidad que tuvieron las nuevas generaciones de trabajar en otros oficios más cómodos y muchas veces mejor remunerados que el surco; también tienes que caminar el campo y conversar con los guajiros para saber lo que pasa hoy”, asegura Maximino Pérez, un viejo productor dedicado al tabaco.
La agricultura necesita insumos. Las estructuras que existen en el campo no siempre tienen capacidad legal de contratarlos, adquirirlos y distribuirlos. Todo el proceso tiene que ser por asignaciones que vienen centralmente del Estado y que pocas veces tienen la capacidad de cubrir las demandas, ya sea por limitaciones de financiamiento, por infraestructura o por trabas normativas.
Un agregado a la competencia entre el campo y la ciudad como opción de empleo está asociado al resurgimiento de algunas figuras económicas o el nacimiento de otras, en las cuales el trabajador recibe mejor salario por un trabajo relativamente menos intenso que el agrícola.
“En un punto de venta, cualquier persona sin sudar puede ganar en el día lo mismo que un jornalero en una mañana de trabajo al sol. Por eso yo prefiero el techo en comparación con el surco”, manifiesta Raúl Peña, un joven dedicado a la fabricación de piezas artesanales.
Los perfiles en la formación de profesionales también han puesto al empleo en actividades agrícolas en desventajas en relación con la esfera no productiva. Son muy pocas las carreras que se ofertan o se estudian en la Educación Media Superior y Superior que responsan a perfiles agropecuarios, razón por la cual es una preocupación la formación de profesionales de alta preparación para modificar la fisonomía agropecuaria.
Buena parte de las Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) ven cómo sus miembros prefieren trabajar como jornaleros fijos o eventuales con los campesinos independientes asociados a Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) por una mejor remuneración en dinero o en especie.
Las CPA, al perder fuerza de trabajo, han tenido que reajustar sus estrategias para cumplir la contratación con el Estado, para lo cual entregan parcelas en usufructo a productores de diferente procedencia a cambio de una parte de la cosecha que se destina a cumplir con dicha contratación.
En esta competencia, una desventaja significativa la tiene la empresa estatal agropecuaria, cuyos obreros dependen de un salario, deben cumplir horarios más rígidos y donde los incentivos adicionales por resultados productivos se limitan en medio de las actuales carencias de aseguramientos para mantener altos niveles de actividad.
Así, el pasado y el presente de la vida en el campo han marcado notables desbalances que impulsan una fuerte migración en beneficio de las zonas urbanas, para lo cual no se han encontrado políticas adecuadas que frenen la pérdida de manos que labren la tierra.
En Cabaiguán, por ejemplo, uno de los territorios de mayor producción agrícola de la provincia, en los últimos cinco años su población decreció en más de 1 300 personas. Pero lo más significativo del tema es el marcado desbalance entre la población urbana (66 por ciento) y la rural (34 por ciento), fruto de las modificaciones estructurales de la economía y los cambios en las necesidades que se fueron dando en sus habitantes.
Al análisis habría que agregar la variable relacionada con las personas que viven en zonas rural pero no aportan al trabajo agrícola y compararlo con los casos contrarios, los jornaleros que residen en los asentamientos poblacionales, pero dependen de vender su fuerza de trabajo en actividades agropecuarias por dinero o por especie.
TRABAJO TIENE LA PALABRA
“Si se analiza con lupa el comportamiento del empleo en Sancti Spíritus te diría que hoy es necesario resolver varios aspectos, especialmente en la agricultura, si se tiene en cuenta que históricamente ha sido este el sector que más personas ha vinculado al empleo en el campo”, confiesa a Cubadebate Elianni Silot López, director provincial de Trabajo.
De acuerdo con Silot López, en medio de la actual coyuntura, las CPA y las Unidades Básicas de Producción Cooperativa han estado limitadas en cuanto a la incorporación de personal para laborar en las tierras y otras tareas afines en las comunidades agrícolas. Resulta paradójico entonces que se necesite mano de obra calificada para sembrar la tierra y arar los surcos y no se cuente con el presupuesto para ello, al menos en el sector estatal.
La incursión de los nuevos actores económicos minimiza un poco el panorama y ofrece nuevos empleos y posibilidades en las zonas rurales, aunque por supuesto, no siempre en la agricultura que es lo que se necesita.
“Esta situación se venía presentando a raíz de la implementación de la llamada Tarea Ordenamiento y se agravó luego con la covid. Hoy en día casi las únicas oportunidades de empleo que existen en varias comunidades rurales son a través de las mipymes”, refiere el directivo.
¿Son suficientes las ofertas de empleo hoy en zonas rurales?
“La verdad es que existen muchas limitaciones y no abundan las ofertas, esa es la realidad, pero la estrategia de desarrollo territorial está encaminada a generar empleos a partir de los nuevos actores económicos y del fortalecimiento de la empresa estatal socialista. Esto no será mañana mismo, pero se realizan grandes esfuerzos”.
¿Y mientras se materializan esos “grandes esfuerzos”, de qué vive la gente en el campo?
“Pero para nadie es un secreto que una de las principales fuentes de empleo hoy son aquellos campesinos que vinculan como jornaleros o trabajadores informales a cientos de personas en el campo.
“Estamos conversando con estas personas y les estamos explicando las ventajas de legalizarse como trabajadores agropecuarios o que presenten un proyecto de trabajo como trabajadores agrícolas en la comunidad. La verdad es que los jornaleros no tienen ninguna protección y al no pagar impuestos tampoco contribuyen a la economía del país como debieran”.
En correspondencia con el referido informe del Grupo de Atención a la Dinámica Demográfica, entre las causas y condiciones que han generado también la falta de opciones de empleo está, además, el bajo nivel de actividades en los polos turísticos de la Cayería Norte de Yaguajay y en la zona sur del municipio de Trinidad. Otra de las causas es que el 44 por ciento del potencial cuenta con noveno grado o menos nivel de escolaridad, lo cual limita su incorporación a empleos con mayores requisitos de calificación formal, principalmente en los municipios de Taguasco, Jatibonico, Trinidad y Sancti Spíritus.
La disminución del nivel de actividad en el sector de la agricultura por falta de financiamientos e insumos ha generado un decrecimiento en las opciones de empleo del territorio en las zonas rurales y del Plan Turquino, así como en el Ministerio de la Construcción.
De igual forma, los municipios de Taguasco y Fomento son los de mayor déficit de empleo por contar con un reducido número de instituciones que generen ocupaciones en estos territorios. Mención aparte merece la no incorporación a la zafra azucarera del central Uruguay, lo cual trae como consecuencia la disminución de la generación de empleos como principal fuente de ingreso a los habitantes de esa localidad.
YAGUAJAY: ¿EN LA RUTA DEL EMPLEO FEMENINO?
Al concluir el noveno grado, María Elena Plasencia se enterró en su casa. Nunca tuvo vocación para trabajar fuera. Lo de ella era encargarse de las tareas domésticas, mientras su esposo se ocupaba de buscar todo lo que hacía falta en casa. Sin embargo, a sus 62 años, esta mujer reconoce que su vida hubiera sido otra si hubiera optado por trabajar.
“Eran otros tiempos. Las opciones de trabajo no eran muchas. Casi todas eran lejos del pueblo. No quise irme a trabajar fuera, porque cuando terminaba tenía que salir para la carretera a ver qué cogía para llegar a la casa. No estuve dispuesta a ese sacrificio”, cuenta la ama de casa y deja entrever que se reprocha esta decisión.
Mientras María Elena relata sus vivencias, Mercedes Gutiérrez la escucha de casualidad. Su historia es otra. Siempre ha querido trabajar, pero en el hogar tiene demasiadas responsabilidades.
“En una casa siempre hay muchas cosas que hacer, y yo soy sola para todo. No puedo irme a trabajar, pues cuando regrese me voy a encontrar todo virado al revés. Entonces, será más carga para mí”, refiere la mujer, y con los ojos dice todo lo que no ha dicho con la voz.
La decisión de no trasladarse de un lugar a otro y el triple rol que asumen hoy muchas mujeres en el hogar son quizá algunas de las causas que hacen que en el transcurso de este 2023 solo 783 mujeres hayan obtenido empleo en Yaguajay. Si bien es cierto que el municipio carece de variadas opciones para las féminas, sobre todo para las que viven en áreas rurales, el territorio pone a disposición de las mujeres determinadas ofertas.
“Hoy para las graduadas de noveno grado tenemos plazas de auxiliar de limpieza en el hospital y en la Escuela Primaria Camilo Cienfuegos. También les ofertamos trabajos en el polo turístico Cayo Santa María y en la constructora militar. Tenemos plazas de técnicos de nivel medio en Contabilidad en varias entidades, así como plazas técnicas en unidades presupuestadas y en la Empresa Agropecuaria Obdulio Morales”, detalla Lázara Aralis León Sánchez, directora municipal de Trabajo y Seguridad Social.
A pesar de estas oportunidades, la funcionaria refiere que muchas de las féminas prefieren empleos que les faciliten tiempo para atender a sus familias, que estén dentro de su propio Consejo Popular y que no exijan tener que trasladarse de un lugar a otro. Aun así, hay otras que han apostado por su incorporación a diversos sectores.
EMPLEOS CON MANOS DE MUJER
Cuando corren tiempos en los que el trabajo en el campo no da en la diana de las aspiraciones de muchas personas, en el Centro de Desarrollo Caprino, de la localidad de Caguanes, en el norte espirituano, la realidad es otra.
Dicho sitio ha dado empleo a ocho mujeres de la comunidad, quienes lo mismo atienden el rebaño, lo chequean por si aparece alguna gestante, que ordeñan e inseminan. Aunque algunas de ellas tenían experiencia laboral, nunca antes habían trabajado con cabras.
“Cuando supe que en el centro estaban necesitando fuerza obrera, enseguida averigüé para ver si podía trabajar aquí. Me dio una alegría tan grande, porque necesitaba trabajar para aliviar un poco mi situación económica. Aquí me encargo de la limpieza de las naves y también cocino para todos los trabajadores”, destaca Yaismelva Hernández, una de las obreras de la entidad.
La felicidad de Yaismelva la comparte Leticia Caridad Piedra Pérez, quien, al adentrarse en este mundo, aprendió a limpiar las naves, a alimentar a los cabritos, hasta que se convirtió en jefa de finca.
“Este trabajo ha significado mucho para mí porque, en primer lugar, me ha permitido relacionarme con otras mujeres de la comunidad. Además, he aprendido a convivir con los animales, a saber cómo se manipulan y alimentan”.
Si en Yaguajay hoy se dan pasos para lograr que las féminas se inserten al empleo es, muchas veces, gracias al empuje de la Federación de Mujeres Cubanas. En el empeño de dar cumplimiento al Programa para el Adelanto de las Mujeres (PAM), dicha organización ha creado 36 comités de género en las diferentes empresas del territorio para analizar los problemas y necesidades de las féminas.
Aunque hoy la mayor parte de las mujeres del municipio están representadas en entidades como Flora y Fauna, la Unidad Administrativa de Producciones Varias, en los sectores de la Salud, Educación y Trabajo y Seguridad Social, las opciones de empleo siguen estando en desventaja, corrobra Ivania García Viamonte, profesora y responsable de la Cátedra de Género del Centro Universitario Municipal Simón Bolívar.
“Considero que faltan opciones para ellas. Por ejemplo, las que viven en áreas rurales tienen pocas oportunidades por la lejanía de la cabecera municipal. El sector por cuenta propia no aporta muchas posibilidades, y la ausencia de fábricas e industrias es otro problema en Yaguajay”, resalta García Viamonte.
Quizás por ello, desde la Cátedra de Género, Ivania promueve espacios de reflexión en los centros laborales y ha acompañado a los proyectos que han llegado al territorio para transversalizar el tema de la equidad de género. No obstante, queda mucho camino por recorrer.
“Es importante que los decisores estén bien sensibilizados con el PAM. Eso sería un paso de avance, pues los comités de géneros funcionarían mucho mejor, los cuales son una garantía para defender los derechos de las mujeres desde el centro de la institución”, concluye la responsable de la cátedra.
RAÍCES
Laura, vecina de Petronila, en el municipio de La Sierpe, disfruta limpiar su casa en compañía de la música. Alza su voz por encima de los altos decibeles de las melodías que resguarda como un tesoro en la memoria flash. Entre estribillo y estribillo, deja escapar “amiga, madre y esposa, así es la mujer rural…”, composición titulada De cara al sol, de Anacaona. Laura tiene 25 años, no terminó el preuniversitario y es ama de casa.
Como ella cuando se camina tierra adentro se encuentra a muchas mujeres que no mantienen vínculos labores y sí cumplen con los roles asignados por el patriarcado: mantenerse al cuidado del hogar, descendientes y adultos mayores. Una realidad que, de acuerdo con la doctora en Ciencias Sociológicas Annia Martínez Massip, prevalece por varias razones multicausales.
“Hay dos sobre todo básicas: todavía las políticas son insuficientes porque están marcadas por una concepción agrarista de la ruralidad y porque hay un predominio de la cultura agraria patriarcal que limita las oportunidades atractivas de empleo para las mujeres y prevalen las actividades tradicionalmente masculinizadas del medio rural.
“Utilizo el término masculinizadas porque predominan los hombres por todo el tema de la escasez de recursos y se limitan mucho los insumos de trabajo y entonces se vuelve más rudo, más difícil. Por su propia naturaleza el trabajo en la agricultura lo es. Imaginemos con carencias y limitaciones. Por ejemplo, cuando se llevan botas o guantes la mayoría son de grandes tamaños”.
En el año 2009, la también profesora titular de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas se convirtió en la primera cubana en ganar el concurso Voces Jóvenes para la Investigación en Salud, un premio auspiciado por el Foro Global y la revista científica The Lancet. Su investigación visibilizaba la cotidianidad, pensamiento y aspiraciones de las mujeres campesinas de la comunidad agrícola de Jibacoa. Durante dos años de pesquisa corroboró el arraigo patriarcal, mas conviven en esos contextos otros indicadores que contribuyen a legitimar esa ideología y sistema de relaciones desiguales.
“Al existir lejanía, distanciamiento de otras opciones de trabajo que no sea el campo, incluso de acceso a insumos necesarios para vivir existe la tendencia de estar en el hogar. Al igual, se ha identificado que hay cierto conformismo antes de lanzarse a un mercado laboral que tiene limitaciones y marcadas brechas de género en cuanto a la disponibilidad. También la reducción del número de escuelas, círculos infantiles y consultorios médicos influye en quienes son las máximas responsables del cuidado de determinados grupos etarios apuesten por no estar distantes de la casa. Además, puede ocurrir que prefieran decir: mi esposo no me deja trabajar”.
La socióloga Annia Martínez Massip alerta que las expresiones del patriarcado ocurren en cualquier contexto social y trasciende ser hombre o mujer, incluso en una nación como Cuba, con tantas conquistas desde 1965 con la despenalización del aborto y hasta hace muy poco con la aprobación del Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer.
“Pero mientras la política, economía y cultura estén transversalizadas por una ideología patriarcal, va a ser muy difícil transformar estereotipos y conductas que se repiten de generación en generación en el ámbito privado. Hay que crear condiciones para, de conjunto con las capacitaciones y grupos del Ministerio de la Agricultura, incrementar el empleo femenino”, agrega Martínez Massip.
Campo adentro resulta frecuente considerar que la mujer-esposa que da de comer a los jornaleros que laboran en la tierra del cabeza de familia y atiende a los animales del patio trabaja. Mas, ella por esa labor no recibe remuneración económica. Empleo y trabajo no son sinónimos.
“La implementación de una estrategia de género exige una mirada integral. Se tienen que crear condiciones. Por ejemplo, en las cooperativas se habla de un tratamiento igual a todas las mujeres, pero no ocurre así cuando en ella confluyen tres grupos: socias, usufructuarias y productoras. Cada una tiene valores distintos y cuando no se distinguen se contribuye a legitimar estereotipos”, concluye.
(Autores: Yosdany Morejón Ortega, Lisandra Gómez Guerra, Greidy Mejía Cárdenas y José F. González Curiel)