Los incendios forestales y la peligrosa mano humana
Lograr que proliferen los bosques en lugar de los incendios, cuando ya son palpables los efectos del cambio climático, debe ser una prioridad y un compromiso permanente con el futuro y con la vida
Por: Ronald Suárez Rivas | ronald@granma.cu
PINAR DEL RÍO.–Ahora que las lluvias de la etapa de verano le han devuelto el verdor a los campos, el fuego ha dejado de ser una amenaza inminente. Los incendios forestales han desaparecido de las noticias y, con ellos, las enormes afectaciones que implican siempre desde todos los puntos de vista. Sin embargo, esta es apenas una tregua que volverá a romperse dentro de algunos meses.
Así ha sido tradicionalmente en esta parte de una isla en la que se alternan los periodos de lluvia y de sequía. Pero la violencia con que ha estado sucediendo en los últimos tiempos va más allá de lo habitual.
El año pasado, por ejemplo, más de 3 000 hectáreas de bosques sufrieron los estragos de las llamas en territorio pinareño.
Los grandes volúmenes de hojas y ramas secas en el suelo, como consecuencia de los huracanes, sumados a las altas temperaturas, han creado las condiciones propicias, y entre los factores detonantes se incluyen algunos de origen natural, como los rayos.
No obstante, detrás del panorama desolador que siempre dejan estos hechos, ha estado repetidamente la mano humana. Según datos de la jefatura del Cuerpo de Guardabosques (CGB), el 90 % de los incendios ocurren por negligencias de las personas.
Entre ellas, algunas que denotan indiferencia, como los vehículos sin matachispas, otras que implican irresponsabilidad como la quema de los residuos de cosecha, y algunas que se derivan de la ilegalidad, como las hogueras que hacen con frecuencia los cazadores furtivos.
La combinación de unos y otros hizo de 2023 el año de más incendios forestales en el último lustro para Vueltabajo, con un total de 160, y volvió a generar números rojos en 2024.
Aun cuando se ha logrado sofocar el 86,4 % antes de que alcancen las cinco hectáreas, gracias a la actuación de todo un sistema de vigilancia y protección, los daños son cuantiosos.
En el pasado mes de abril, por ejemplo, tras varios días de combate a las llamas, nuestro diario reportaba la extinción de un siniestro de grandes proporciones (más de 300 hectáreas) en el municipio de Viñales.
Un mes después informaba de otros dos en San Juan y Martínez. El primero de ellos devoró unas 150 hectáreas en Agua Dulce, y el segundo sobrepasó las 370 en la zona conocida como Máquina Vieja.
Las cifras alarman, pues en algunos territorios el área que se pierde a causa del fuego y de la tala es mayor que la que se ha estado plantando. Es el caso de la Empresa Agroforestal Macurije, la más grande del país, enclavada en los municipios pinareños de Guane y de Mantua.
«En los últimos años, hemos sido de los más afectados por los incendios», reconoce Jorge Luis Torres Roque, su director, y advierte que, entre ellos y las demandas de la economía, «es más lo que se quema y se extrae del bosque, que lo que se está sembrando».
Cientos de hombres movilizados, camiones, motosierras, carros cisternas, buldóceres… basta con imaginarse por un momento todo el despliegue que conlleva controlar un desastre de este tipo, para saber que el costo es muy alto. Y a ello es preciso sumarle los años de trabajo para el fomento de miles de árboles que luego desaparecen en cuestión de horas, y los grandes volúmenes de madera con los cuales ya no se podrá contar.
Más allá del plano económico, desde el punto de vista ambiental los efectos también son dramáticos. Pérdida de la biodiversidad, daños terribles a los ecosistemas, erosión de los suelos, emisión de gases contaminantes, son algunas de las consecuencias enumeradas por los científicos.
Ante esta realidad, el CGB ha aplicado cientos de multas y arreciado la vigilancia y las acciones educativas con la población de las zonas vulnerables.
Pero los 96 incendios registrados en lo que va de 2024, con más de 1 600 hectáreas afectadas, indican que aún hay mucho trabajo por hacer y que se precisan medidas más severas contra quienes, ya sea por falta de cuidado o por mala fe, hacen un uso irresponsable del fuego.
A veces ocurre a la vista de todos, en zonas tan transitadas como la autopista Habana-Pinar del Río, en la que es habitual la quema de la vegetación para evitarse el trabajo de chapearla.
Invertir la ecuación y lograr que proliferen los bosques en lugar de los incendios, cuando ya son palpables los efectos del cambio climático, debe ser una prioridad y un compromiso permanente con el futuro y con la vida.