Linaje rebelde con ascendencia mambí
Por: Orlando Naranjo Escalona/La Demajagua
10 de noviembre 2024
Sangre rebelde circula por sus venas, pues su padre, Luis Vázquez Pérez, apodado como El Indio de Crescencio llegó a ostentar los grados de capitán del Ejército Rebelde.
Tal vez, fue por ello que, Pablo Vázquez Díaz, se inclinó por la vida militar y a sus escasos 15 años de edad llegó a La Habana, junto a otros jóvenes de toda Cuba, para formarse como cadete de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Pero lo que el entonces jovencito no sabía es que las tantas vueltas que da la vida solo sirven para ubicarte en los sitios y senderos que han de fraguar tu destino.
“Al terminar mi etapa preuniversitaria desde las FAR me brindan la oportunidad de ingresar a la universidad, escojo la especialidad de Agronomía por mi tradición campestre y me voy hasta la Martha Abreu de Villa Clara para convertirme en ingeniero y así poder contribuir, desde la agricultura, a la defensa armada de mi país”.
Conoce el amor de su vida en tierras villareñas y en 1986, tres años antes de graduarse, se establece en Corralillo en la zona de su compañera de vida, Bárbara, donde comienza a suplir la falta de docentes del Instituto Politécnico Agropecuario Aurora Rivero de esa localidad.
“Allí me vinculo, de igual modo, a las áreas productivas de Motembo, uno de los otrora mayores planes de cítricos y frutales del país, lo que me sirve además para consolidar mis conocimientos prácticos sobre la propagación, manejo y producción de estas y otras especies vegetales”.
Ya licenciado de la vida militar, continúa sus facetas de docente y operario agrícola hasta que, en 2014, ante el débil estado de salud de su padre, decide regresar a su natal Cayo Espino, 40 años después de haber partido de su tierra.
“Lo primero que hice fue convertir la finca de mi padre en un extenso sembradío de cítricos y frutales, combinado con café y otros cultivos varios, aproveché para ello la experiencia acumulada en estos menesteres por el centro del país y la ayuda del resto de mis hermanos, actualmente al frente de ella”.
“Luego estuve un período dirigiendo las cooperativas manzanilleras Camilo Cienfuegos y Orestes Gutiérrez de El Purial y Cayo Espino, respectivamente, hasta que mi diabetes me lo impidió”.
Pero ni siquiera la enfermedad que padece, que lo ha llevado a la amputación del dedo pulgar de su pie izquierdo, ha impedido que Pablo continúe, ahora desde su residencia en el masoense barrio de El Corojo, empleando todo su tiempo en la producción de posturas de plantas diversas que van desde condimentos hasta frutales y otros árboles maderables.
“Mi intención es crear un macizo en áreas de la UBPC Calixto García, ya cuento con unas 10 hectáreas de tierra las que hemos ido liberando de malezas y otras plantas leñosas como palo blanco y marabú.
“Estamos actualmente a la espera de la aprobación del financiamiento del proyecto que incluye una minindustria para garantizar el encadenamiento productivo de todo lo que en la finca se genere”.
A sus 66 años de edad Pablo sigue dando guerra a la vida, contagia con la manera tan hermosa de contar sus sueños hasta hacerte partícipe de ellos.
Es un hombre de ciencia aplicada a sus tiempos, ayer con productos químicos disponibles en el país, hoy con bioestimulantes y enraizadores naturales para sus injertos y esquejes como la sábila, plátano maduro, almácigo y miel de abejas.
De su vida militar solo quedan los recuerdos y el orgullo de pertenecer a un linaje que lleva en sus venas sangre rebelde y también mambí.