Liderar una finca floreciente

Por: Grupo Web del Minag

2 de noviembre 2025

Contrasta con el resto de los jóvenes que muestran la diversidad de la moda del vestir. Su atuendo es típico, no se pone viejo aunque parezca salido de una película o del más puro rodeo cubano; lo lleva con gallardía, a la usanza de los afamados ganaderos.

Es la mejor manera que tiene Arnel Hernández Escobar para decir quién es sin palabras, sin presentaciones: ganadero del sombrero a las botas, como lo describiría el encumbrado narrador Delio Luna Echemendía, si lo hubiese visto durante alguna competencia del rodeo.

Un joven de 31 años, que forja su presente y su futuro con la tradición, la academia, los productores, los intercambios científicos y la constante superación, esa que lo llevó a matricular el Diplomado de Gestión de los Sistemas Agropecuarios para jóvenes con perspectivas de ser directivos _ auspiciado por el Ministerio de la Agricultura_, el cual está en curso y tiene varias etapas.

De las buenas y malas experiencias

Un rato de conversación con Arnel es adentrase en el complejo mundo de los ganaderos cubanos, muchos de los cuales _como él_ han tenido que empezar por desbrozar el marabú intenso, echarles reses a los potreros sin poder controlarlas, pasarse meses y meses trabajando sin cobrar y con pérdidas económicas, aunque al final, aparezca una solución salomónica: vender toros al turismo y compensar los gastos a partir del valor de la carne.

Plan anual de producción de leche: 37 mil 400 litros (contrato con el Estado)

Plan de entrega de carne vacuna: 2 mil 146 kilogramos.

Total de vacunos: 314, más nueve equinos.

Promedio de litro de leche por vaca: 4,86

Promedio de vacas en ordeño: 37

Arnel, nacido en la zona de Cristino Naranjo, en Cacocum, provincia de Holguín, en el oriente cubano, al graduarse como ingeniero agrónomo y hacer su periodo de servicio social, solicitó tierras en usufructo, que le fueron otorgas a ocho kilómetros de la finca del abuelo (donde no son buenas para la ganadería).

Seis años después de aquella odisea, la finca Vaquería Hernández está consolidada; comenzaron con tres caballerías y luego recibieron dos más, que trabajan cinco obreros, su padre y él, quienes están asociados a la cooperativa de créditos y servicios Niceto Pérez.

“Ahora tengo un desequilibrio en la finca, cuyas tierras sí tienen condiciones para la crianza del ganado: sobra la comida para los animales”. Algo impactante, porque son excepciones, los productores que hoy tienen ese privilegio, fruto del trabajo, de la aplicación de la ciencia, de conocimientos y experiencias cercanas.

Y aclara que en la finca del abuelo, a los animales les dan `cucas´; frase típica de algunos guajiros para describir síntomas provocados por la falta de minerales, sales y otros componentes en el suelo, que juegan un rol importante en la alimentación y conversión del ganado.

Trabajadores en total: 7 (en momentos de picos de producción convocan a la familia)

Por normativa: con el crecimiento de cada tres vacunos, se autoriza el sacrificio de uno.

En septiembre, cumplieron con la entrega de la leche y la carne contratada, además destinan una parte al autoconsumo de la familia y los obreros, al igual que hacen con los cultivos varios que cubren las necesidades allí. Igual prioridad tienen los cultivos de pastos, forrajes y plantas proteicas para la alimentación de las reses y demás animales que crían para el autoconsumo.

 “Ahora estamos introduciendo la Cratylia, una especie arbustiva con flores, originaria del sur tropical americano que crece en suelos que no sean tan exigentes; una de las que introdujo Fidel para los fines de la alimentación del ganado”.

Alternativas siempre legales

Muy bien informado sobre las normativas que rigen los rumbos y el actuar de los ganaderos, Arnel sentó cátedra cuando quisieron administrar el destino del primero toro autorizado para el sacrificio legal, y supo defender su contrato con una de las instalaciones el turismo.

“Con el precio actual de la leche y la carne de res, aunque sea el objeto social de la finca, no logramos rentabilidad, ni siquiera cubrir los gastos de la producción, por eso trabajamos con pérdida en cada etapa, y cuando vendo un toro (sacrificado en un matadero certificado como está legislado), saldo todas las deudas y vuelvo a comenzar”, explica el joven sin inmutarse por los desatinos de quienes intentaron entorpecer su primer contrato.

En la Vaquería Hernández no emplean la inseminación artificial, dada las limitaciones con los recursos, por lo que recurren a la monta directa con toros probados genéticamente. El 60 % de la masa vacuna allí corresponde a la raza Siboney de Cuba y el resto son mestizos.

Otras alternativas que siguen en la Finca Hernández es la obtención de semillas para la mayoría de sus cultivos, que conservan adecuadamente de las cosechas anteriores, y garantizan la estabilidad de las plantaciones, a la vez que abaratan los costos de producción.

“Mi finca me absorbe. Ahora me aprobaron un programa de desarrollo local, que incluye la construcción de un matadero y una mini industria para la elaboración de producciones lácteas; en el municipio no hay posibilidades de financiamiento, por lo que asumí esa responsabilidad.

“Soy consciente de las responsabilidades que asumo con el Gobierno, con los abastecimientos a instalaciones sociales, pero eso lo hago sin que nadie me lo exija, desde que comencé la atención a dos niños con enfermedades crónicas, a quienes garantizo, fundamentalmente, hígado, un alimento recomendado en sus dietas”.

En esta finca, además de sobrar la comida para los animales, elaboran compost y humus de lombriz para abonar los suelos; cuentan con pozo y lagunas que se llenan con las lluvias a partir de sistemas de drenaje.

Flor de la Cratylia.

Con el ánimo constante de capacitarse, Arnel se vincula a las escuelas y a productores líderes de su zona, con quienes programan intercambios de experiencias, porque “puedo aportar conocimientos, pero hay otros que lo hacen mejor y más rápido que yo, y de ellos hay que aprender”, dijo Arnel sin asomo de suficiencia o inmodestia.

Y recuerda: un día conocimos en uno de nuestros intercambios (“todos terminan en fiesta”) que un productor muy reconocido de la zona tenía problemas para cumplir con la producción; se había quedado sin semental. Entonces, otro campesino, le regaló el toro, que ese mismo año habían coronado como campeón, en la feria agropecuaria.

De gestos y actitudes como estas se alimentan los hombres buenos, los que producen por amor a su trabajo y por una vocación que los hace más humanos, solidarios y más prósperos. Arnel Hernández Escobar anda en ese bando, y ya lidera una finca floreciente, paradigma de la ganadería cubana.



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