La vaquera de Santa Elena
Juana Idalmis Arista Martínez es administradora, desde hace más de una década, de la vaquería 72 de la unidad empresarial de base Triunvirato
Por: Ventura de Jesús | ventura@granma.cu
LIMONAR, Matanzas.–Mucho antes de las siete de la mañana habían terminado ya el primer ordeño de la jornada. Nada excepcional para ellos. Así ocurre todos los días del año, aun en las más adversas circunstancias.
«Ninguna justificación es suficiente para no atender a los animales», dice Juana Idalmis Arista Martínez, administradora, desde hace más de una década, de la vaquería 72, enclavada en la finca Santa Elena, perteneciente a la unidad empresarial de base Triunvirato, en la Empresa Pecuaria Genética de Matanzas.
«Aquí somos cuatro y asumimos el trabajo en pareja. Nos levantamos alrededor de las tres de la madrugada para iniciar el ordeño una hora después, de forma invariable y sin excusas», insiste, mientras recorre la nave que resguarda a los terneros.
Es visible la limpieza y el orden, y cada uno de los integrantes del pequeño colectivo está inmerso en algo útil, especialmente en la limpieza de las áreas. «Nunca se termina, siempre hay algo que hacer».
Asegura que, como parte del cuidado y dedicación al ganado, lo más importante es garantizarles sombra, alimentos y agua. «De lo contrario no hay leche», subraya.
Habla con orgullo sobre una unidad donde alrededor del 50 % de las vacas está en ordeño, y que cumple –y sobrecumple–, cada año, su plan de producción de leche, con una calidad por encima de los indicadores establecidos, sin mortalidad y cero hurtos y sacrificio ilegal de animales.
«Nosotros vivimos para las reses, que no entienden de tiempos malos. Lo de ellas es comer y tomar agua a su hora, si no, hay muy poco que sacar. El esfuerzo es constante, aquí apenas se descansa, el trabajo es continuo, no existen los días feriados… ya ni sé el tiempo que no voy a una fiesta», confiesa.
Enfundada en su ropa de vaquera, esta mujer resuelta y cordial admite que su mayor logro es haber conseguido estabilidad en la fuerza de trabajo e inculcarles a los vaqueros cómo sobreponerse a las dificultades.
«La fórmula mágica es trabajar mucho y sembrar lo suficiente para garantizar el alimento animal», agrega al tiempo que hace notar su dominio sobre cada gestante y los días que restan para cada alumbramiento de las vacas, de las cuales conocen sus mañas y costumbres.
Los más de 70 cuartones creados en sus predios, 12 de los cuales son para las vacas gestantes, comenta, facilitan una adecuada rotación y la recuperación de los potreros, algo que pese a la sequía permite que los animales en ordeño promedien alrededor de cuatro litros.
Una pista fácil para saber la clave del éxito es la salud de las vacas, las cuales distinguen por su buen peso corporal. Se debe, según ella, a la alimentación estable, sobre todo a la mezcla de caña, tithonia y King grass. «De esa forma garantizamos también la extracción vespertina de las cuatro de la tarde», argumenta Juana.
En dependencia de su singularidad, las reses han sido bautizadas: Milagro, Libertad, Martica y Linda, entre otras, aunque su favorita es Dania, quizá porque es muy dócil.
«No sé si está bien decirlo, pero cuando yo la llamo por su nombre enseguida levanta la cabeza y a veces hasta me mira. Creo que es consciente de que estoy hablando con ella. Es difícil de explicar, pero esa comunicación existe».
La vaquería 72 es la imagen de un lugar bien cuidado, tocado por la mano femenina. El jardín y el huerto anuncian la llegada a un sitio singular, donde una mujer, con el respaldo de tres vaqueros, se las arregla para que sus vacas sean de las más productivas de la Genética de Matanzas.
«Los cuatro estamos para todo lo que haga falta, somos los vaqueros y custodios al propio tiempo, pues velamos por la integridad de los animales. Eso explica que no nos hayan podido matar nunca una sola res».
–¿Qué es lo que más impresiona a quienes visitan la vaquería?
–«El amor con que nos dedicamos al trabajo. Admiran la actitud nuestra para enfrentar los desafíos de la sequía y otros inconvenientes, lo cual se traduce en el cumplimiento del plan. También llama la atención ver a una mujer dirigiendo a varios hombres.
«Cuando Díaz-Canel estuvo en la unidad le gustó lo que hacíamos, elogió mi trabajo en particular, y dijo que siguiéramos así. Sus palabras han servido de motivación».