La Santa Ana de Julián
Yusmary Romero Cruz (Tomado del Periódico El Artemiseño)
El verde tan uniforme del paisaje cautiva aun desde la distancia; no es difícil percibir cuántas faenas distinguen este entorno campestre. A diez kilómetros de Güira de Melena, justo en la comunidad Chafarina, la finca Santa Ana crece con la constancia y el arraigo de su gente. Allí se respira la jovialidad en el trato y la camaradería.
Tres y media décadas ha dedicado Julián Leal Muñoz a este sitio, perteneciente a la CCSF Frank País. Desde que concluyó la enseñanza secundaria encontró en cuanta labor y tiempo pudiera destinarle, una oportunidad para aprender, innovar, ser útil y sentirse realizado.
A 20 hectáreas de tierra intenta sacarle el máximo provecho: “Producimos fundamentalmente cultivos varios. En la campaña de frío somos fuertes en hortalizas como tomate, lechuga, rábano, ajo, cebolla, entre otras; rotamos con viandas y granos en la de primavera”, comenta el productor güireño, quien en los dos últimos años ha sembrado soya con destino a la Empresa de Semillas y la alimentación animal.
Con beneplácito cuenta que en esta campaña lograron extraer aceite de la soya. “De 30 sacos obtuvimos 160 litros con excelente calidad, los cuales empleamos en la alimentación de los trabajadores y la familia en general” y agrega que “es un cultivo que le aporta al suelo y, además, al tener un coto porcino de capa oscura, nos resulta muy favorable”.
¡Y bien que saben aprovecharla!, pues de conjunto con el Instituto de Investigaciones de Granos, se encuentra en fase de prueba en estos predios una muestra de semillas de siete variedades y dos líneas de soya.
Durante nuestra visita coincidimos con Yasniel de la Osa Naranjo, extensionista de dicho centro en Artemisa. “También hemos sembrado dos variedades de maíz en la finca. Ahora pretendemos incursionar en el girasol, y cuando logremos multiplicar un poco más, aspiramos a sembrar cuatro líneas nuevas de trigo” precisa.
Asimismo, resalta las atenciones conferidas por el productor a cada proyecto, el intercambio de conocimientos y la trasmisión de experiencias a otros campesinos, así como cuán provechosos resultan los talleres desarrollados en la Santa Ana.
Pero Julián no solo ha emprendido camino junto al Instituto. Ya en dos campañas ha trabajado con variedades de soya del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), con un comportamiento excelente, según asegura.
Otra familia
Hace diez años Reinier Leiva Alfaro está apegado a esta finca, donde comparte quehaceres con su mamá y su esposa. “Trabajo en lo que haga falta”, afirma sin vacilaciones el joven.
“Laboramos de lunes a sábado; incluso, en las campañas aprovechamos hasta las mañanas de domingo”, acota Gretter Lambert Martínez, su compañera de vida, quien coincide además en este espacio con su papá.
En la Santa Ana han encontrado otra familia. Allí es prioridad que los trabajadores se sientan a gusto, así como contribuir al autoabastecimiento de quienes labran estos surcos con cuanto emana del campo, de sus propios esfuerzos. También apoyan mediante la cooperativa a centros sociales del municipio.
Entre los destinos de las producciones de la finca destacan la propia CCS y sus puntos de venta, Acopio, la Empresa de Semillas y la granja urbana, de gran relevancia para el desarrollo local.
“El plan de producción está aparejado con el nivel de suministros. Pese a las limitaciones hemos cumplido, y trabajamos con fuerza en el proyecto de multiplicación de cerdo de capa oscura”, explica Julián.
“Actualmente la escasez de recursos es complicada para la agricultura. El elevado costo de los insumos, encarece la producción y la ficha de costo. Que lleguen al campo los recursos en tiempo y forma, asegurar el apoyo directo al surco de diferentes organizaciones, y mantener a los jóvenes en el campo, resulta esencial. A muchos jóvenes de la zona les interesa trabajar en la agricultura y eso es algo que no podemos perder”, insiste.
Multiplicar, cuando más se necesita
Tras planteársele la necesidad de trabajar con el cerdo de capa oscura para su multiplicación, Julián no lo pensó dos veces. “En este municipio con una gran tradición de cultivos varios no hay cultura de la crianza de ese tipo de cerdo, por lo que el proyecto puede incidir en su desarrollo en otras cooperativas.
“Aunque necesita más tiempo y no aumenta a la misma velocidad del de raza blanca, sí resuelve una necesidad y mientras más campesinos se sumen mejores resultados se obtendrán”, asevera.
Para dar los primeros pasos crecieron en 13.42 hectáreas. De inmediato comenzaron a limpiar el perímetro a fin de cercar y construyeron naves rústicas. Asimismo, cuentan con un área de batey para el cuidado de los animales.
Gran parte del día permanecen en el palmar, “donde encuentran entre un 30 y un 40 por ciento de su alimentación. Destinamos siembra y cosecha de la finca para este propósito, garantizándoles soya, maíz y yuca, por ejemplo, es decir que no solo se alimentan de residuos”, manifiesta Julián y especifica que actualmente tienen un total de 82.
“Ya hay siete en gestación. Las hembras resultantes tendrán como destino otros campesinos de la zona y podrán obtenerlas al destete. Recientemente recibimos dos reproductores L 35 para el cruce, en busca de obtener una raza fuerte, de tamaño y calidad superiores”.
Algunos ya han llegado interesados por el desarrollo del proyecto y cuanto se requiere para hacerlo sostenible, lo cual es muy bueno a decir de este güireño que no pierde ocasión para compartir experiencias y hacer de cuanto aprende una oportunidad para que otros también persigan sus propias empresas.