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La cuentería guajira: un tesoro de la oralidad

Por: Alberto Vega Falcón

Contar, contar historias, verdaderas o ficticias, pero historias al fin, constituye un preciado elemento de la identidad de los hombres y mujeres que han poblado los campos cubanos, y que trasmitidos de una generación a otra han mantenido viva nuestra idiosincrasia y la memoria afectiva de los ancestros.

Cuentos de aparecidos, la existencia de güijes y madres agua, de espíritus que vagaban por trillos, callejones o guardarrayas, luces que aparecen y desaparecen en los troncos de ceibas centenarias que indicaban la existencia de algún tesoro enterrado por un rico peninsular o hacendado  criollo, ambicioso y tacaño.

Alrededor de la luz mortecina de un farol carretero o de la inestable iluminación de una lámpara chismosa, los más pequeños de casa, erizados de pies a cabeza y los ojos más grandes que de costumbre, éramos todos oídos y luego, polea transmisora para contarlas después y así, hasta que solo quedara la esencia de las mismas, pues cada uno, en un supuesto aporte creativo, le iba agregando nuevos elementos, quizás enriquecedores.

Pero no solo de aparecidos, güijes, brujas y ceibas encantadas con luces, anunciando un posible tesoro, sino también de hechos espectaculares, como el del guajiro que de un puñetazo mató a un toro cebú, o aquella del gallo fino, cruzado con loro que en medio del combate se viró para el dueño rompiendo el alboroto de la valla, y lanzó, pico afuera, la pregunta: ¿Lo mato o lo dejo? O aquel de la biajaca que pesaba más de cincuenta libras, y la otra historia de un hombre de la zona, al que, pasando sobre una palma un río crecido, se dio cuenta que era un majá; y la del perro Maltiempo, un hecho real, que después pasó a ser fábula, cuando enamorado, “como un perro”, tras larga ausencia de la casa y sufrir un accidente, regresó con dos «niños» de más y una pata de menos.

Y así, un mundo lleno de fabulaciones, de imaginerías guajiras, de espiritualidad, de inocencia dulzona, de memoria en peligro de extinción, que al igual que algunas de las especies de la fauna y de la flora, hay que protegerlas y salvarlas de la desidia, del tiempo y del olvido.



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Por: Alberto Vega Falcón10/02/2023

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