José Alberto,el surco,una medalla
La perseverancia ante las vicisitudes distingue a este Héroe del Trabajo de la República de Cuba
Por: Ortelio González Martínez | internet@granma.cu
19 de mayo 2024
Ser el primero, cara a cara con el Presidente, le estremeció hasta la médula. José Alberto González Sánchez jamás imaginó estar entre los rostros limpios, puro reflejo de hombres y mujeres imprescindibles, con toda una vida dedicada al trabajo en el campo, que fueron condecorados el pasado lunes. Y él, con la frente en alto, como los guajiros de vergüenza, en un mes de fechas que no envejecen en el tiempo y trajeron libertad.
Lo de Héroe del Trabajo de la República de Cuba se veía venir. La seriedad con que siempre mira la tierra, porque la «tierra es la más grande de las fortunas», comentó una vez; las condecoraciones; el hecho de ser el único presidente de una cooperativa de producción agropecuaria (CPA) con los galones de miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba; por las toneladas de alimentos que su organización pone en la mesa de los hogares; por su lealtad, humildad y por ser la persona que es, bondadoso hasta la última vértebra.
El compromiso de hacer más, y más, y más; porque para quien no le conozca, la perseverancia y lucha constantes ante las carencias y vicisitudes actuales son rasgos distintivos de su estirpe. A una visita importante, una vez dijo: «Lo que hace falta es tierra para producir». Y así los límites de la CPA fueron ensanchándose, hasta sobrepasar las mil hectáreas.
Desde que dirige la Paquito González, aumenta por hora la credibilidad en un guajiro modesto y transparente. De los 35 años en la cooperativa, ya lleva 17 al frente de ese clan de buenos hombres y mujeres quienes también lo han elevado hasta donde está hoy: el altar de los Héroes, sitio escogido, solo para los imprescindibles.
La rentabilidad cultivada, año tras año, ininterrumpidamente, terminaría cosechando sus frutos. Ese crédito le ha servido a la cooperativa para que no solo su gente crea en lo que ellos pueden sacarle al surco. Han ido convirtiéndose en referentes, con todo el peso que implica en estos tiempos presumir de quintales y quintales de comida, cuando muy cerca, por ejemplo, una CPA acaba de disolverse y ellos asumen esas tierras, como si estuvieran entrenados para oler posibilidades donde otros ven pérdidas.
Antes de salir de la casa pensó en si llevaría la gorra de siempre o el sombrero de ocasiones. Ambos los dejaría en casa y se decidió por la guayabera, la prenda más popular de Cuba, más si eres guajiro.
En el instante de la medalla, Fidel, precursor de estas nuevas formas de producción; el viejo Pipo, fundador de la CPA, de quien aprendió las mejores enseñanzas; la gente que compone la junta directiva de su organización y los más de 300 hombres y mujeres que todos los días laboran en el campo.
Todas las mañanas llega antes de que salga el Sol. La primera mirada es para el taller de equipos, al lado de la oficina. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… cuenta en silencio. Los restantes tractores sabe que salieron muy temprano en la mañana a cumplir con alguna faena útil, porque en la cooperativa «los tractores no son para pasear», no se cansa de repetir.
Hoy no tiene José Alberto el don de la palabra para una entrevista. Tampoco tiene temor en decir lo que siente, pero prefiere hacer en silencio. Solo habla cuando las circunstancias lo ameritan. Tiene, además, otro lenguaje más entendible y prolífero: el del trabajo.
Sobran las razones para dedicarle unas líneas. Es para celebrar que hoy, con la medalla en el lado izquierdo del pecho –dónde si no– y la mirada fija y vidriosa, piense en los suyos, que también ayudaron a que hoy sea Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Se le oye decir, con frecuencia, que hay que amarrarse el cinto y producir más, que es lo que le toca al guajiro de campo; y habla de los precios altos como las nubes, y de la necesidad de poner la comida en el plato de la familia cubana, que también forman parte de su familia.
Este es José Alberto González Sánchez, con espejuelos, gorra y camisa a rayas; el hombre que no anda desgranando méritos y dedica la mayor parte de su vida al campo, a sus guajiros. Lo de la medalla fue el lunes pasado, y ya anda junto a ellos, con olor a perfume de la campiña.