Gracias infinitas, abuelo
Por: Marlene Caboverde Caballero/Diario Mayabeque
13 de agosto 2024
Fidel no fue el abuelo de los cuentos, los paseos, las diversiones, ni de los domingos en familia, las sesiones de consejos, anécdotas, historias…. Eso lo adivino porque en los años 70, 80 y 90 del pasado siglo el líder de la Revolución desandaba, sin parar, la isla de punta a cabo bordando las promesas del Moncada y, además, lo mismo aparecía en la Unión Soviética, Argentina o Canadá, que en Vietnam, Paraguay, Brasil, Angola…
Siempre quise descubrir cómo era el hombre de carne y hueso que habitaba en el gigante verde olivo, y la oportunidad apareció este dos de agosto cuando conocí a uno de sus nietos, el Doctor en Ciencias Biológicas y Ciencias Físicas, Fidel Antonio Castro Smirnov.
Invitado por Mirta Arriera Sierra, directora de la Cadena de Tiendas Caribe de Mayabeque, este se presentó en la sede del Gobierno Provincial el dos de agosto para abrir la jornada de homenajes por el cumpleaños 98 de su abuelo, su amigo, su camarada Fidel.
Tal y como había imaginado, el nieto, ya de 44 años de edad, que sobresale como profesor titular de la Universidad de La Habana, investigador de Física Nuclear y científico con resultados prominentes en el área de la Nanociencia en el país, etc, guarda apenas algún que otro momento de íntima complicidad con el padre de su padre, porque aquel ser, tal vez venido de otro planeta, invirtió su tiempo, su energía y su talento en un colosal proyecto que le tomó la vida entera: salvar a Cuba y mejorar la humanidad.
Y así, al ritmo de una conversación en la que se le atragantaban las palabras por la emoción, se fue descorriendo el telón que dejó al descubierto algunos, solo algunos rasgos de ese otro Fidel. A nuestro interlocutor le resultaba casi imposible separar al Comandante del abuelo, y mucho menos trazar una línea entre el hombre común y el soldado que esculpió una nueva historia para la patria en el Moncada, el Granma, la Sierra Maestra, la tribuna….
Así lo percibieron los trabajadores, estudiantes, niños y militares que conocieron a través del también líder de “Un salto por Fidel”, algunas anécdotas de las 18 ediciones realizadas de este proyecto nacional, que ha permitido a la tropa fidelista del aire dibujar un tributo de montañas, nubes y sol al Comandante.
Alguien que lleva en los genes la pasión por el estudio de su abuelo, no podía dejar de evocar las benditas locuras que hizo Fidel para cumplir su promesa de edificar un país de hombres de ciencia; mientras, a 90 millas, decenas de presidentes de los Estados Unidos se querían almorzar a Cuba con cuchillo y tenedor, como dijo Eduardo Galeano.
¿Privilegios que tuvo? Como estudiante, científico y cubano, muchos: participar en la creación y consolidación de la Universidad de Ciencias Informáticas a petición suya, entregarse a la revolución biotecnológica comandada por Fidel y que concedió vacunas y medicamentos que han salvado a millones de seres humanos y sigue aliviando al mundo; haber sido parte de su escolta personal y aprender de sus palabras y sus actos a abolir la palabra rendición…
Mientras nos contagiaba con su nostalgia, yo logré ver en sus ojos el mismo brillo que rutilaba en la mirada de su abuelo cuando se pasaba seis, siete, ocho horas ofreciendo un discurso en el cual cabían mil clases magistrales de cómo solucionar los problemas sin jamás claudicar.
Ese hombre que nos entregaba sus recuerdos de acero y cristal, lo cambiaría todo por volver a ver una simple sonrisa de Fidel. Así lo confesó con el corazón de par de par y muchos de nosotros, misteriosamente, sentimos lo mismo.
“No habrá un mes de agosto en Cuba sin Fidel, y vendrán más horas, muchísimas horas con Fidel”, sentenció el nieto que le ha prometido eterna lealtad y que dice esta frase como quien siembra una semilla: “Gracias infinitas, abuelo.”