Geodarmis, una cubana de decisiones y tierras bravas.

Por: Tomado de ACN

Técnica Integral Veterinaria con 31 años de edad, gran amante de los animales y madre de un hijo, la cubana Geodarmis Suárez Blanco dejó las comodidades del hogar por perseguir el sueño de crecer como mujer ganadera, y a la vuelta de casi 11 meses ya cosecha frutos de esa decisión y una tierra igualmente bravas.

Junto a su esposo Leodán, y gracias al apoyo de un grupo de familiares y amigos, hoy vive y trabaja la finca de sus sueños, sita en una apartada zona que han ido arrebatándole al marabú, en el municipio de Río Cauto, en la suroriental provincia de Granma.

Si uno quiere ubicarse, la referencia más cercana es el poblado de Vado del Yeso –en los límites con el vecino territorio de Las Tunas- pero aproximadamente cinco kilómetros de la carretera para adentro, y otro después de pasar la vaquería estatal número 17, explicó la joven.

Allí llegó, arreando a sus animales, el 29 de enero del presente 2021, y ocupó el área que le fue otorgada sin tener corraleta, ni cercas o siquiera donde vivir.

Ese día hasta llovió y se mojaron…en fin, un desastre, realmente una locura frente a la cual sintió miedo, si bien por dentro abrigaba esperanzas de triunfo, recordó.

Las primeras 15 jornadas las pasamos en un “vara en tierra”, con una camita hecha de palos y cocinando en el suelo. Cuando mi mamá vino a verme no le faltó nada para echarse a llorar, e inmediatamente pidió que me fuera de aquel lugar, pero yo resistí.

Irse o vender

Graduada en 2008 del Instituto Politécnico Agrícola Carmelo Noa Gil, antes de mudar su casa para el medio del monte Geodarmis vivía cómodamente en el poblado de La Te, y trabajaba en la Unidad Empresarial de Base (UEB) ganadera Los Naranjos, perteneciente a la Empresa Agroindustrial de Granos José Manuel Capote Sosa.

Entonces tenía 47 ejemplares, entre chivos y ovejos, y unas 12 vacas atendidas “a soga”, a las cuales se sumaron otras 18 que le entregó la UEB. No obstante, el hecho de ser mujer y poseer tantos animales en un batey, comenzó a levantar cuestionamientos de varios pobladores y, sin más opciones, agarró sus rebaños y se fue.

Tuve la alternativa de vender y quedarme, sin embrago, sentí que hacer eso sería como acabar con una parte de mí misma, y por ello elegí irme al campo para verlos multiplicarse.

El amor por la ganadería la acompaña desde niña, a mí nadie me puede tocar un perro o una res. Uno se va acostumbrando a convivir con ellos, llegas a sentirlos parte de la familia, y si veo que una hembra no puede parir, estoy ahí para ayudarla, confesó.

Cuánto cuesta un sueño

Cuando nos fuimos para allá atrás, mi primo sugirió ponerle a la finca el nombre de Tierra Brava, porque “esto está bravo aquí y tú estás loca”, decía, a lo que yo respondí, haciéndome la molesta: Bueno, pero me van a ayudar o no.

Fue así que, apenas sin condiciones, ni carretones o bueyes, cargando palos al hombro y prácticamente a base de inventos, comenzó la construcción de su actual vivienda de tablas, guano, fibrocemento y zinc, donde cocina con leña y no tiene energía eléctrica, señaló dejando escapar un suspiro.

Hasta la fecha, del total de cinco caballerías alrededor de tres están limpias, incluido un buen pedazo destinado a la siembra de viandas, aunque todavía no fructifica pues el marabú recién cortado sigue germinando.

A través de la UEB Los Naranjos, entrega 30 libras de queso a la industria, mientras terneros, novillas, vacas y toros para ceba completan unas 39 cabezas de ganado mayor, las que aspira elevar a 50 ó 100, para aumentar también su producción de leche.

Aquí se duerme y a la vez no, porque en un lugar rodeado de malezas, con las pocas personas cercanas a un kilómetro de distancia, sientes un perro y enseguida te pones en guardia ante cualquier intento de robo, sobre lo cual el campesino necesita más protección por parte de la ley, resaltó Geodarmis.

Cada jornada me levanto a las 5:00 de la madrugada, cocino, hago el resto del trabajo de la casa y estoy pendiente de los animales, pero cuando se va la luz del día lo que queda es acostarte, hasta el nuevo amanecer.

Vuelve a suspirar mientras enumera la lámpara recargable, la novela u otra “cosita” grabadas en el teléfono móvil… uno o dos capítulos nada más, para ayudar a pasar el tiempo en penumbras.

Todo ha costado bastante, fue hecho “a pulmón” como se dice popularmente, pero sigo muy motivada y ahora puedo afirmar que sí se puede.

Al principio tuve miedo, y mucho, lo reconozco, pero también apoyo, y por esa razón a toda la juventud que pueda luchar, les digo: háganlo.

Mi experiencia es ejemplo de que, si uno tiene un sueño y lucha, y realmente se propone hacerlo realidad, lo logra, agregó pendiente de nuevos empeños y necesidades, como unos paneles fotovoltaicos para poder tener energía eléctrica y volver a disfrutar las bondades de refrigerador, televisor, ollas y el resto de sus efectos electrodomésticos.

 



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