Erosión causada por las lluvias
Por: Arcadio Ríos (IAgric) del Ministerio de la Agricultura
El 43,3 % de nuestros suelos agrícolas se encuentran afectados por erosión muy fuerte o media y otra parte muy importante por grados menores de pérdida de sus capas fértiles.
Podemos definir como erosión de los suelos al proceso mediante el cual estos van perdiendo las diversas capas que lo forman hasta que se tornan inútiles para la agricultura y otras actividades humanas.
Factores tales como la lluvia, el viento o el riego van arrastrando el material que compone el suelo y trasladándolo hacia zonas más bajas, en un proceso lento, pero permanente. Y aunque permanezca parte del suelo, este se ha degradado, pues el agua se ha llevado gran parte de los minerales y nutrientes que tenía, y que son esenciales para el desarrollo de las plantas.
Las gotas de lluvia o del riego golpean el suelo y separan sus partículas, que luego son arrastradas por las corrientes. En el riego superficial por surcos este efecto es aún más elevado. También tiene una gran influencia el grado de nivelación del terreno y la densidad de la vegetación: cuando hay pendiente aumenta la velocidad de las corrientes de agua y si el cultivo es denso, el agua se desplaza con menor velocidad.
Muchos agentes contribuyen a acelerar este proceso: el hombre elimina la capa protectora natural que representan los bosques o matorrales para utilizar las tierras con fines agrícolas o industriales y después rompe la estructura superficial con el arado y otros medios técnicos exponiendo los terrenos a la acción de los agentes erosivos.
Aunque un área esté ocupada por un cultivo la erosión actúa, pues las plantas cubren solo una pequeña parte de la superficie. Esto solo es menor en las áreas dedicadas a pastizales. Con el tiempo el suelo va perdiendo sus nutrientes, baja su fertilidad y al final se convierte en infértil.
¿Cómo disminuir la erosión?
Con prácticas agrícolas adecuadas se puede reducir e incluso evitar la erosión en los suelos ocupados con cultivos agrícolas. La llamada agricultura de conservación consiste en mantener la superficie cubierta permanentemente con restos de los cultivos anteriores sin hacer labores de roturación, y sembrar y hacer las labores posteriores sin proceder al uso de arados, gradas y otros medios.
Otras medidas consisten en la construcción de zanjas perimetrales que sirvan para drenar los excesos de agua producidos por las lluvias. Las cortinas rompevientos, que son hileras de árboles junto a los campos, reducen grandemente los efectos del viento. En la agricultura convencional los suelos no deben permanecer un tiempo roturados, sino que deben sembrarse tan pronto como se pasa el arado y la grada.
Estudios realizados en Cuba
En Cuba se han realizado diversos estudios para determinar el grado de afectación producido por las lluvias en los suelos agrícolas (erosividad). Uno de ellos se realizó en la Finca Tierra Brava, perteneciente a la CCS Niceto Pérez, ubicada en la llanura Suroccidental de Pinar del Río, en una de las subcuencas del Rio Los Palacios, en la parte Norte del municipio del mismo nombre. Se analizaron los datos pluviométricos de un período de 20 años, combinado con un estudio del efecto de las medidas de conservación.
El 90 % de los eventos de lluvia mensuales registrados resultaron con una alta agresividad de las precipitaciones. Como resultado del análisis de cada uno de los elementos del modelo utilizado en el estudio se concluyó que en el área existe un riesgo de degradación del suelo por erosión con valores de pérdida en un año de 10.6 toneladas de suelo por hectárea, que se incrementan a 17.7 toneladas cuando no se tienen en cuenta las medidas de conservación. Los resultados indican que estas medidas generan una reducción de la erosión en un 40.1 %.