El veguero es como el perro: con cuatro patas y un solo camino
La humildad es condición en los vegueríos
Por: Freddy Pérez Cabrera | internet@granma.cu
7 de abril 2024
Luego de recorrer intrincados parajes y empinadas lomas en busca de un hombre del que se dice que todo lo que toca lo convierte en oro, al fin se llega a la zona de El Negrito, perteneciente al municipio de Manicaragua.
Hasta un niño que empinaba un papalote puede decir donde está Alecnay: «Ah, sí, es el hombre que siembra mucho tabaco y que es amigo de todo el mundo aquí». La respuesta da, como decimos los cubanos, muy buena espina.
Tras rebasar la verja de la entrada de la casa del recio productor, lo primero que se observa es un gran cartel, en el que pueden leerse algunas frases que constituyen, según cuenta, su filosofía de vida y de trabajo: «si no luchas por lo que quieres, nunca lo tendrás»; «si no preguntas, la respuesta siempre será no»; y «si no tomas riesgos, siempre estarás en el mismo lugar».
Luego de saludarlo y conversar brevemente con su familia, para aprovechar el tiempo una ráfaga de preguntas es respondida con la misma seguridad y precisión con la que atiende las numerosas casas de cultivo tapado existentes en su finca.
«Al parecer has tenido que luchar duro para tener estos resultados», le pregunto, a lo cual Alecnay Alfonso Díaz respondió que nada cae del cielo y todo cuesta mucho sacrificio, pero que de sus padres y de su abuelo Venancio aprendió que para comer pescado hay que mojarse…, y suelta una palabrota antes de echarse a reír.
«Mire, yo tenía unos ocho años cuando entré por primera vez a una vega de tabaco, y le puedo decir que ese olor y aquella cultura con la que mi abuelo atendía las plantaciones me fascinaron tanto que nunca más he podido desprenderme de este oficio», reconoce el joven, quien hace cuatro años comenzó sembrando 0,6 hectáreas, y ya en esta campaña plantó diez. Para la próxima, se propone llegar a las 15, un reto que no es imposible de alcanzar, según él.
Acerca de sus resultados, tanto en el tabaco tapado como el sol en palo, nos dice en forma jocosa que «el veguero es como el perro, que tiene cuatro patas y un solo camino», haciendo alusión a las complejidades de un cultivo al que tienes que hacerle lo que lleva en el momento indicado; de lo contrario, te cobra las deficiencias en el momento de la cosecha.
«Esta es una planta muy noble, la cual me ha facilitado las mejores experiencias de mi vida, además de economía, porque no es un secreto que si se trabaja bien, puede darte grandes dividendos», expresa Alecnay, uno de los mejores vegueros de Villa Clara y del país.
Habla también de los riesgos de ese cultivo. «Cuando comencé, sembraba apenas unas 35 000 plantas, y aquello me parecía difícil; imagínese ahora que siembro en una campaña 350 000, y la tendencia es a continuar creciendo. Créame que eso es una obra de valientes, y se lo digo con mucha propiedad y mucha humildad»
«¿Qué quieres decir con la frase que está a la entrada: “Si no preguntas, la respuesta, siempre será no”?», pregunto: «En el tabaco, el que más sepa no sabe nada, por eso no temo preguntar a los más avezados, nunca quedarme con dudas, escuchar al que más sabe, ya sea la empresa, la estación experimental o los vegueros de mayor experiencia. Lo importante es que las cosas queden bien».
En la casa de curación, mientras nos va mostrando las gigantescas hojas que luego envolverán al mejor tabaco del mundo, el veguero manicaragüense nos explica que estas pertenecen a la variedad 2018, la que suele alcanzar grandes dimensiones y ser resistente a enfermedades.
«En total somos un equipo de más de 40 trabajadores, todos muy comprometidos con la producción de tabaco y del resto de los cultivos que aquí sembramos, como arroz, frijoles y algunas viandas», refiere Alfonso Díaz, quien dista mucho de ser el jefe autoritario y gruñón que impone su criterio. Por eso dice que, allí, cualquier regaño constituye una enseñanza.