Por: Granma
Nadie creería, sin verlo, que en algún lugar del municipio habanero de Playa, en un terreno no tan grande como los frutos que da, desperdiciar un milímetro de suelo se considera herejía y ser realmente eficientes no se queda en consigna. Eso lo prueban los resultados de los seis o siete hombres que allí laboran, y hasta Caramelo y Rosado, los dos bueyes que, a falta de un tractor, hacen su parte para arar la tierra.
Pedro Valdés Pérez, el dueño de la finca integral Minctoy, de doble excelencia nacional y ubicada un poco más allá del Reparto Barbosa, es veterinario de profesión, pero su vínculo con la tierra lo heredó de su padre, y este del suyo. La tradición campesina corre por sus venas como el agua por los surcos donde pone todos sus esfuerzos, aunque le cueste ingenio y, a veces, algún que otro disgusto.
Sus dos y media hectáreas de tierra, aprovechadas al 100 %, Pedro las mostró a Granma recientemente, porque sus estrategias son dignas de contar y los resultados que logra dejan de ser números fríos cuando se traducen en hortalizas, frutas y viandas para 26 centros del consumo social en ese municipio, entre ellos, casas de niños sin amparo familiar, maternos, círculos infantiles y hogares de ancianos; además de varios puntos de venta.
Muy ciertos son el bloqueo económico, la falta de fertilizantes, la necesidad de tecnologías, e incluso, las tantas trabas que todavía quedan en toda la cadena de la agricultura, pero nada de eso detiene a un emprendedor como Pedro Valdés Pérez.
En los parámetros del plan total del año, constató Yoel Barreto Rodríguez, presidente de la cooperativa Arístides Estévez- a la que está asociado Pedro-, Minctoy sobrecumple, y esos cálculos solo son hasta septiembre.
Informó, por ejemplo, que esta ha logrado entregar cerca del doble de lo previsto en viandas y hortalizas, e igualmente contribuyó con más de una tonelada y media de frutales por encima del compromiso.
Las claves, dice Pedro humildemente, están en tener la cultura y la voluntad de no dejar un pedacito de tierra sin cultivar. Para la falta de fertilizante él no solo recoge el excremento de sus animales, hasta limpia la granja avícola estatal que colinda con su propiedad para utilizar esos desechos y elaborar su compost. «De ahí sale una materia orgánica de lujo», apunta con regocijo.
CÓMO PEDRO MANTIENE TAMBIÉN «LA TERNURA»
Aquí no se puede botar nada, todos esos desechos hay que valorarlos, reitera porque está consciente de que hacen la diferencia hasta si se trata de una libra más de carne, afirma Pedro.
«La mayoría de las personas pela una fruta y bota la cáscara, pero yo no. Esos desperdicios los proceso, luego los mezclo con un 20 o 25 % de granos y alimento para mis animales. Es una solución perfecta para disminuir el consumo de pienso, que muy pocas veces se encuentra, y en moneda libremente convertible (MLC). Con ese producto el ganado consigue las vitaminas y proteínas que necesita», explica.
El ruido de la máquina artesanal moliendo esas cáscaras debe ser tanto un alivio para el bolsillo de Pedro como un tipo de música para los oídos de los cerdos. A ellos, una veintena de vacas y diez terneros, los cría en La Ternura, una finca de la que es usufructuario hace más de 12 años.
«Nos pasamos la vida justificando que no se puede por el bloqueo, pero el bloqueo no me impide inventar cosas como estas», apunta.
Y es por eso que logró los 0,18 Kg de carne de ganado menor comprometidos para este 2021 y el doble de lo que le correspondía en ganado mayor.
Asimismo, es considerado el mejor productor de leche en Playa. A los 3 120 litros de ese alimento, que debía entregar a la Empresa Láctea, le sumó más de 2 000 y el conteo no termina, pues el 2021 aún no se acaba.
Sin embargo, confiesa, es uno de los tantos productores que no ha recibido por parte del Lácteo su pago en MLC. Cuenta que la conciliación demora un día entero y, sugiere, en ese proceso hace falta más vínculo de la empresa con el campesino, así como cambiar el tratamiento al asunto.
A su entender, todas las medidas que se están adoptando para dinamizar la producción agropecuaria han traído innumerables beneficios, pero queda un camino largo por recorrer y el enfoque debe respetarse. Si bien hace falta, como él lo tiene, el apoyo de las autoridades del Partido y el Gobierno a nivel local.
Reconoce que no tiene diez caballerías de tierra, así que su aporte puede parecer no tan grande, pero se las arregla para sembrar aguacate y tener todo el año, intercalar café para colarle a sus trabajadores en las mañanas e intenta rescatar frutales ya casi desvanecidos en la memoria de los cubanos como el anón, la guanábana y el mamoncillo chino. También, dedica espacio a los cultivos semiprotegidos y pronto instalará una casa de cultivo tapado.
Por ahora, tal vez a él solo le quede perfeccionar su trabajo, superar alguna u otra dificultad externa.
Mas, el enorme reto del país –alimentar a todo el pueblo– debe lograrse con más productores como Pedro, que se planteen metas parecidas a las suyas, o más grandes, o más pequeñas, no importa, siempre que signifique sacarle el fruto máximo posible al surco que labran con el sudor de su frente.



