Alexander y su enorme voluntad de producir alimentos
Por: Yenima Díaz Velázque/Periódico 26
22 de noviembre 2024
El campesino Alexander Llovera Escalona, su esposa y un obrero son los únicos gestores de una finca, ubicada en la comunidad de Loyola, del municipio de Las Tunas, y perteneciente a la cooperativa de créditos y servicios Carlos Sosa Ballester.
Las Tunas.- Basta estar un rato en el lugar para saber cómo lo logran, y lo primero, es porque multiplican su tiempo entre el ganado mayor y menor, los cerdos, las aves y los conejos, además de extensas áreas dedicadas a la siembra de cultivos varios y de alimento animal.
Lo segundo es que vivir en el campo, criar y trabajar la tierra son sus pasiones. Para ellos, el reloj solo marca la hora de levantarse, y todo lo demás -hasta el almuerzo- se pospone cuando las diferentes actividades reclaman su esfuerzo y dedicación.
Alexander nació en ese espacio y vive en las tierras pertenecientes a sus padres. Son alrededor de seis hectáreas (ha), las que dedica a la siembra de guayaba, plátano macho y burro, maíz, frijoles, hortalizas, naranja agria y unos limones llamados chinos, de gran tamaño y abundante jugo.
«También tengo 9,44 ha que recibí en usufructo y están del otro lado del río. Son de potreros, para el pastoreo de las reses; cada día las llevo para que se alimenten, aunque también les siembro su comida. Ahora tengo 33 cabezas; vacas son nueve y hay cuatro novillas.
«Atender al ganado mayor es una de las cosas que más me agrada hacer porque cuando estoy durmiendo, está produciendo. Siempre he tratado de mejorar la raza por lo que fui un abanderado de la inseminación. Por las dificultades actuales, desde el 2021 dejé un toro como semental y estoy mejorando mi rebaño.
«En la producción de leche nunca me he quedado por debajo. Siempre cumplo el plan porque les garantizo una buena alimentación y que duerman con agua en la corraleta. También siembro King Grass, caña y algunas plantas proteicas en las orillas de las cercas, lo que ayuda mucho en tiempos de seca.
«Yo no estudié nada de ganadería; sin embargo, hago de todo y con buenos resultados. Durante tres años consecutivos me han dado el privilegio de sacrificar toros. Primero fue uno. Las otras dos veces me autorizaron a matar dos y eso me estimuló, tanto económicamente como para la alimentación de mi familia».
De la tierra se necesita conocer sus secretos y eso hace día tras día el joven campesino. Se levanta antes que el sol y muchas horas después del oscurecer es que regresa a casa. Pero cuando mira los animales y las demás producciones se enorgullece y se convence de que tanto sacrificio vale la pena.
«Claro que el trabajo tiene recompensas. Puede observar cuántas producciones hay, cuántas cosas que no se logran de la noche a la mañana. Estamos hablando de una soberanía alimentaria y de lo bueno que es, cuando me siento a la mesa, y puedo comer lo que yo mismo produje con el sudor de mi frente.
«Aquí lo tengo casi todo, gracias a las enseñanzas que me ha dado mi padre. Me faltan algunos renglones importantes, como el arroz. Lo he sembrado en otros momentos y las cosechas han sido buenas. Pero la sequía es muy intensa y dura hasta más de seis meses.
«Aunque sé de su importancia biológica para la polinización de los cultivos, tampoco tengo colmenas. Me gustaría experimentar ese renglón y si un día encuentro alguien que las atienda, quizás me decida. Es que las picaduras de abejas hacen mucho daño a mi salud».
Las producciones de la finca tienen varios destinos. La leche y la carne se entregan a las industrias láctea y cárnica, respectivamente. Los cultivos varios van a la cooperativa y de ahí, a las placitas o a las tarimas de las ferias agropecuarias.
Un poco queda en el hogar, para el consumo de la familia y los allegados. Y del fruto de tanto esfuerzo también se han beneficiado las pacientes de hogares maternos de esta ciudad y otras personas, con necesidades apremiantes. Alexander dice sentirse satisfecho. No obstante, aún tiene mucho que aportar.